“Este recorte es absurdo. Según los republicanos no nos
podemos permitir gastar más dinero público, pero sí reducir los impuestos a los
más ricos. Esto no tiene sentido”, afirmó Bob Crandall, antiguo presidente de
American Airlines y uno de los firmantes de la carta. Promovida por la
organización Riqueza Responsable, próxima a los demócratas y a la que también
pertenecen los fundadores de la marca de helados Ben & Jerry’s, la
diseñadora Eileen Fischer y otros millonarios, la misiva entronca con la gran
tradición de la filantropía estadounidense. "Somos ricos a los que nos
preocupa profundamente nuestra nación y su gente, y escribimos con una sola petición:
no nos corten los impuestos", arranca el escrito.
Ya con otros presidentes, potentados como Bill Gates y
Warren Buffet, considerados los dos hombres más ricos del planeta, se
declararon en favor de pagar más. "Mientras las clases medias y bajas
combaten por nosotros en Afganistán, mientras los norteamericanos luchan por
ganarse la vida, nosotros los megarricos, continuamos teniendo exenciones
fiscales extraordinarias”, escribió Buffet a Barack Obama en 2011. En aquel
momento, el principal accionista de Berkshire Hathaway tributaba el 17%, cuando
sus trabajadores pagaban por encima del 33%.
Ahora la batalla se repite, pero con un golpe añadido a la
credibilidad de Trump. A diferencia de otras épocas, la Casa Blanca ha
declarado que su proyecto mantiene intacta la presión fiscal sobre los más
ricos. Pero una lectura atenta de los documentos enviados al Senado y a la
Cámara de Representantes muestra que las rebajas son múltiples. No sólo se
reduce el tope fiscal del 39,6% al 38,5% para las parejas que ganen más de un
millón de dólares al año, sino que la iniciativa remitida a la Cámara Baja
elimina el impuesto de sucesiones, que ahora mismo pagan unas 5.000 familias al
año y que se circunscribe a herencias por encima de los 5,49 millones de
dólares.
“Quitar este impuesto acarrearía unas pérdidas de 269.000
millones en un decenio, más de lo que se gasta en conjunto en la Agencia del
Medicamento, el Centro de Control de Enfermedades y la Agencia de Protección
Ambiental”, indica la carta. "Ni es justo ni sabio proporcionar una rebaja
fiscal a los ricos a expensas de las familias trabajadoras, especialmente si se
financia desmantelando programas que permiten cubrir necesidades fundamentales
como la salud y la alimentación", añade.
La Casa Blanca no ha respondido aún al obús. Pero a nadie se
le escapa que el asunto es altamente inflamable. El recorte de impuestos es
unas de las grandes bazas electorales de Trump. Un presidente multimillonario
que ha hecho de su pretendida habilidad para gestionar la economía su seña de
identidad. Él mismo ha presentado su propuesta como “el mayor recorte fiscal de
la historia de Estados Unidos” y un revulsivo para las clases medias y
trabajadores. Pero detrás de las grandes palabras, los grietas son evidentes.
Los cálculos más conservadores establecen que la rebaja
impositiva incrementará la deuda pública en 1,5 billones de dólares en 10 años.
Una subida difícil de asimilar para unas arcas que ya deben 20 billones y que
en el próximo decenio aumentarán la carga en otros 10 billones.
La respuesta oficial a este desequilibrio es el optimismo
reaganiano. Los republicanos, con Trump a la cabeza, sostienen que el recorte
desencadenará una ola de inversiones de tal magnitud que detonará el
crecimiento y permitirá rápidamente compensar la pérdida fiscal. “Nuestro plan
está diseñado para favorecer la inversión”, ha resumido el consejero económico
de la Casa Blanca, Gary Cohn.
Los demócratas desconfían de esta previsión. Y los
millonarios firmantes de la carta también. Para ellos, las empresas ya han
alcanzado beneficios récord y viven días de enorme bonanza. Más importante es,
a su juicio, dirigir los fondos públicos a la educación, la sanidad y la
investigación. Áreas en las que Trump ha sacado la guillotina. “Yo gano mucho
dinero. Si mi ingreso crece, no pienso invertir más, simplemente ahorraré más”,
ha sentenciado Crandall. Y no es el único.
Con Información de: El País
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